sábado, 28 de enero de 2017

La terrorífica serrana de la Vera: una versión musical

La serrana de la Vera es una obra de Luis Vélez de Guevara, donde el dramaturgo recoge la tradición de la conocida serrana, con fama de "devoradora de hombres". Las serranas eran rudas pastoras que vivían en el monte cuidando el ganado. Como para satisfacer sus pasiones no solían tener a mano  a demasiados visitantes, cuando algún caminante despistado pasaba por allí...
Pues de grado o a la fuerza, acababa satisfaciendo a la serrana.

La literatura convirtió a estas rudas mujeres en bellas pastorcillas, mezclando modelos de la pastorela francesa, y así nacieron las serranillas, como la famosa del marqués de Santillana:

Moza tan fermosa
non vi en la frontera
como aquella vaquera
de la Finojosa

Aquí traemos la versión de Miguel Ángel Naharro, del famoso romance de la serrana de Garganta de la Olla, un romance al que también puso música el célebre folclorista Joaquín Díaz. Sigue otra versión más, de Schica. Y otra de Alalumbre Folk.

Si queréis ver la versión de Joaquín Díaz, aquí tenéis el enlace: 






En Garganta de la Olla, legua y media de Plasencia
se pasea una serrana, blanca, rubia y halagüeña.
Con la honda en la cintura y terciada su escopeta.
Cuando tiene sed de agua, se sube por la ribera;
cuando tiene sed de hombres se baja por la vereda
pasan hombres, pasan hombres, no pasa el que ella desea.
Ha pasado un soldadito, licenciado va a su tierra,
le ha agarrado de la mano, para su cueva le lleva.
Le ha mandado hacer la lumbre con huesos y calaveras
y el soldado la pregunta: ¿De qué es esta leña seca?
- Es de un hombre como tú que he matado en esta cueva
y lo mismo haré contigo cuando la rabia me venga.
De conejos y perdices ha puesto una rica cena,
los conejos para él, las perdices para ella.
Acabados de cenar le mandó atrancar la puerta
y el soldado que no es torpe, la dejó sólo entreabierta.
En cuanto la vio dormida, se echó fuera de la cueva,
legua y media lleva andada sin volverse la cabeza.
Una vez que la volvió, -ojalá no la volviera-
vio venir a la serrana, bramando como una fiera.
Una honda que traía, la cargó de una gran piedra;
con el aire que la arroja le derriba la montera.
En la encina que pegó, partida cayó por tierra:
- Vuelve, vuelve, soldadito, vuélvete por tu montera.
- Mis padres que con muy ricos me comprarán otra nueva
y si no me la compraran, me pasaría sin ella.


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