domingo, 11 de diciembre de 2016

Una poeta apasionada: Louise Labé


Louise Labé (1524-1566), poetisa del Renacimiento, ha escrito algunos de los versos de amor más apasionados. Como este célebre soneto XVIII:

SONETO XVIII

Bésame una vez más, vuelve a besarme
y bésame dame uno de tus besos más sabrosos
dame uno de los más cariñosos
y yo te devolveré cuatro ardiente como brasas

Ah, te quejas? Ven que calmaré ese mal
dándote otros diez muy dulces
Así, mezclados nuestros besos, tan felices
gocemos uno de otro a nuestro gusto

Así tendremos ambos doble vida
Cada uno de nosotros vivirá en sí y en el otro
Permíteme, amor mío, que piense alguna locura

Me siento siempre mal viviendo juiciosamente
y no me puedo sentir satisfecha
si no salgo alguna vez de mí misma.

A Louise la llamaron "la Belle Cordière" ("La bella cordelera"), porque su padre y su marido eran cordeleros. Sabía latín, italiano, español, música.... Fue una de las principales animadoras de la vida cultural de Lión, su ciudad natal, una ciudad muy influida por la cultura italiana. En 1555 se publicó un volumen de sus Obras, lo que se convirtió en todo un suceso literario de época.

He aquí otro soneto de Louise:

Je vis, je meurs...
      Je vis, je meurs : je me brule et me noye.
 J'ay chaut estreme en endurant froidure:
 La vie m'est et trop molle et trop dure.
 J'ai grans ennuis entremeslez de joye.

      Tout à un coup je ris et je larmoye,
 Et en plaisir maint grief tourment j'endure
 Mon bien s'en va, et à jamais il dure:
 Tout en un coup je seiche et je verdoye.

      Ainsi Amour inconstamment me meine:
 Et, quand je pense avoir plus de douleur,
 Sans y penser je me treuve hors de peine.

      Puis, quand je croy ma joy estre certeine,
 Et estre au haut de mon désiré heur,
 Il me remet en mon premier malheur.

Yo vivo y muero...
      Yo vivo y muero; yo me quemo y me ahogo.
 Calor extremo siento al padecer el frío.
 La vida me es en demasía dulce, en demasía dura.
 Entremezcladas tengo penas con alegrías.

      De pronto río y lagrimeo de pronto,
 y en medio del placer sufro muchos dolores.
 Mi bien se va y dura para siempre:
 a un tiempo mismo me seco y reverdezco.

      Así el amor sin constancia me lleva
 y cuando creo que es mayor el dolor,
 sin que lo piense me encuentro ya sin pena.

      Después, cuando creo mi alegría segura
 y encontrarme en lo alto de la dicha que ansío,
 una vez más me arroja en la primera pena.

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